Luego de la elección del nuevo P. General la Congregación ha comenzado sus deliberaciones tratando de mirar al sujeto de la misión y en particular un aspecto de este sujeto que es el gobierno universal de la Compañía, con la pregunta de fondo de cuál puede ser la mejor ayuda que requiera el P General para un acertado ejercicio de su ministerio de invitarnos a todos a mirar la realidad mundial y asumir los retos globales que ella comporta con respuestas encarnadas en los contextos locales.
Estos temas parecerían menos espirituales (tienen mucho de elementos organizativos) y podría pensarse que guardan menos relación con la vida ordinaria de los jesuitas. La misión ocupa la mente de los jesuitas, la organización suena como si fuese un tema secundario e incluso puede sonar autoreferencial. Pero en la realidad hay una fuerte y estrecha vinculación entre misión y organización que las Constituciones establecen. Siendo el QUÉ la misión, el CÓMO viene definido por el modelo de organización. Ignacio en sus EE nos invita a mirar tanto la misión a la que somos enviados, así como el modo en que somos enviados. El modo y orden tiene en la espiritualidad de la Compañía un lugar importante en el discernimiento.
En mi experiencia como Provincial y dentro de las limitaciones humanas que tengo, el gobierno de las personas (lo llamamos cura personalis) está en líneas generales estandarizado y hay instrumentos para su realización. Es una de las dimensiones fundamentales de la organización. No hay misión sin sujeto acompañado. En general las cartas que como Provincial me toca escribir hacia Roma garantiza que haya visitado las comunidades y en general informado sobre el estado de las mismas, sus miembros y la misión que ellos desempeñan. Pero me encuentro que los procedimientos para la evaluación de la misión desarrollada por la Compañía están menos claros, son en general mucho más vagos. A esta dimensión la llamamos cura pastoralis. Hay obras claramente adscritas a una comunidad, pero otras no. En algunos casos se hace complejo el acompañamiento de redes que escapan a la noción local de comunidades y se constituyen en redes nacionales y aún más complejo si las mismas tienen una vocación internacional, cosa que ocurre cada vez con más frecuencia a Dios gracias. Así pues, si bien habrá aspectos que mejorar en la cura personalis, lo que hoy en día está requiriendo mayor atención es nuestra organización a fin de atender como gobierno religioso la cura pastoralis.
Así como la pobreza (expresada en una sus fundamentales dimensiones como es la opción por los pobres) y la castidad (como expresión de amor universal) impregnan el ser de la misión de la Compañía, de sus obras, proyectos y tareas, sean dirigidas por jesuitas o laicos (en lo que los venezolanos llamamos sujeto apostólico), la obediencia también forma parte estructurante de la misma y ésta supone la articulación, la unión a un cuerpo con mecanismos claros para su establecimiento, acompañamiento, examen (en términos ignacianos), cambios e incluso extinción.
Es en el espíritu de la obediencia, de ser un solo cuerpo para la misión que encuentra entronque esta reflexión sobre nuestro modelo organizativo. No se trata sólo de hacer bien las tareas, cosa que se agradece, sino de asumir la misión y ésta viene determinada por el espíritu de cuerpo y la unión de ánimos que entre todos hemos de cultivar. La vinculación corporativa que se estructura en la obediencia ignaciana para la cura pastoralis, requiere fortalecimiento en los niveles locales y provinciales para así poder responder al movimiento que desde Roma también se ha de realizar para acompañar globalmente la misión que el Señor nos encomienda.