No se crean. No andamos distraídos. Es que estamos medio concentrados. Más bien se podría decir, sumidos en temas diversos de la misión de la Compañía. Unos nos llevan más a los ámbitos pastorales, otros a sumergirnos en la espiritualidad e identidad del Instituto, del diario vivir. Las estructuras y recursos necesarios para la sostenibilidad de la misión no faltan en nuestras reflexiones. Todos estos asuntos mantienen alerta la atención de los hombres de cinta verde. Son sesiones largas, también grupos pequeños, ratos de oración y revisión de documentos. Todo esto llena nuestros días. Pero hay algo, que aparece transversal, en silencio, común y fundamental. Algo que cada vez con mayor claridad vemos que nos constituye, que forma parte de nuestro modo de proceder. Somos cuerpo, un cuerpo apostólico conformado por…
Los jesuitas no estamos solos. Ya la CG31 en 1965 nos urgió a “promover la colaboración de los laicos en nuestras propias obras apostólicas.” Era el reflejo de aquello que el Concilio Vaticano II impulsaba. Hoy, debemos reconocer que hemos dado pasos, pero que quedan muchos otros por recorrer. Una nueva dimensión eclesial emergía y la Compañía quería ser fiel a ella. Arrupe la comprendió bien y procuró animarnos hacia ella.
El decreto 13 de la CG 34 , numeral 4 dice que los jesuitas somos a la vez “hombres para los demás” y “hombres con los demás”. Esta característica esencial de nuestra forma de proceder pide prontitud para cooperar, escuchar y aprender de otros y para compartir nuestra herencia espiritual y apostólica. Ser “hombres con los demás” es un aspecto central de nuestro carisma y profundiza nuestra identidad.
El decreto 26 numeral 16 de la misma congregación, nos dice que la participación y la cooperación con otros en el ministerio no es una estrategia pragmática motivada por una disminución de efectivos, sino una dimensión esencial de nuestro actual modo de proceder. Encuentra su raíz en la conciencia de que la preparación de nuestro mundo complejo y dividido para la venida del Reino requiere una pluralidad de dones, perspectivas y experiencias, tanto internacionales como multiculturales. Todos somos servidores de Cristo en la misión, en su misión. Esta es la misión de Dios, y en ella todos colaboramos con dones diversos, desde nuestras fragilidades y virtudes.
La CG35 confirmó lo mencionado por las anteriores congregaciones en este tema. Expresa en la parte final del decreto 6 que “la colaboración es una gracia que se nos regala en este momento en perfecta coherencia con nuestro modo jesuita de proceder.” Refleja fuertemente que todos somos colaboradores en la misión de Dios. En el decreto 2 de la misma congregación podemos incluso recordar que “los jesuitas encontramos nuestra identidad no solos, sino en compañía: en compañía con el Señor que llama, y en compañía con otros que comparten esa llamada.”
No podemos dejar de reconocer que la colaboración continúa siendo un aspecto “en construcción.” Pero podemos estar seguros, que luego de 50 años de tomar conciencia, hemos madurado lo suficiente para saber que debemos dedicar todos nuestros esfuerzos y humildades a consolidarlo. Francisco nos pidió además el lunes pasado, que podamos compartir el arte del discernimiento, que lo hagamos en común, no solo en nuestras comunidades y obras, sino con la Iglesia toda. Permítanme terminar con palabras de Arrupe:
Enséñanos tu ‘modo’ para que sea ‘nuestro modo’ en el día de hoy y podamos realizar el ideal de Ignacio: ser compañeros tuyos, ‘alter Christus’, colaboradores tuyos en la obra de la redención.
Gustavo Calderón Schmidt, S.J.