Iñigo se entendía a sí mismo como el peregrino. Era un hombre en búsqueda. Primero del honor y la fama en su época de caballero de la corte. En su conversión empieza la sed por lo interior, por encontrar lo fundamental en la vida. Loyola, Montserrate, Manresa, Cardoner, Jerusalén son hitos de un itinerario espiritual que poco a poco ha ido forjando un corazón encendido, lleno de celo apostólico, que goza en plenitud del encuentro íntimo con el Señor, pero que se sabe hacia afuera, listo para la dispersión. Para un jesuita, su casa es el mundo. Contemplativo en acción.
Tenemos Prepósito General. El gozo de haber elegido a Arturo Sosa de la provincia venezolana ha culminado un proceso en el que todos ustedes han estado involucrados con la oración y el atento interés por saber quién animaría la misión de la familia ignaciana en el mundo. Ahora hemos entrado en un proceso de revisión de diversos aspectos de la misión. Los hombres de cinta verde han retomado las conversaciones de los desafíos apostólicos y por las ayudas necesarias para que el nuevo Padre General lleve adelante su responsabilidad. Serán muchas horas trabajando juntos. Esta es la tarea de la Congregación General 36 para las siguientes semanas. Algo que haremos en unión de ánimos, como amigos en el Señor, fieles a lo que Ignacio quiso desde los inicios.
Al fundarse la Compañía, los primeros compañeros encontraron que pronto llegaba el tiempo de dispersarse. Que unos saldrían al norte de Europa, otros para Africa, la India y el nuevo continente. Ignacio se preguntaba cómo mantenerse unidos. Aunque físicamente no lo estuvieran, estar en comunión era primordial.
El vínculo principal de entrambas partes, para la unión de los miembros entre sí y con la cabeza, es el amor de Dios nuestro Señor. Porque, estando el Superior y los inferiores muy unidos con la su divina y suma Bondad, se unirán muy fácilmente entre sí mismos, por el mismo amor que de ella descenderá y se extenderá a todos próximos y en especial al cuerpo de la Compañía. Constituciones [671]
Pues para los congregados, hacer lecturas, intercambiar pareceres, llegar a profundas reflexiones, quizás otras no tanto, escuchar, disentir, soñar y actualizarlo a la realidad son nuestra misión hoy. Y aquí, en la curia generalicia nos sentimos en unión de ánimos con la Compañía en el mundo entero. Con los jesuitas en sus comunidades y actividades diarias, con nuestros compañeros y compañeras en la misión que día a día ponen todo el ser para construir un mundo más justo, en paz, pues se han enamorado de la lucha por la dignidad humana. Y es justamente por los sin voz, por quienes estamos pensando la misión. Cristo sufre con los excluidos y nosotros con ellos y El, pero comprometidos para promover los valores del evangelio.
Somos una familia apostólica que discurre por el ancho mundo. ¡Dispersos, pero en comunión!
Gustavo Calderón, S.J.
Elector – Ecuador