El 24 de Octubre del 2016 el Papa Francisco entró en la Sala de la Congregación General y con su presencia serena, tomó parte en nuestra oración de la mañana y nos dio su bendición.
El Papa nos animó a seguir caminando en fidelidad a nuestro carisma original, que es al mismo tiempo eclesial y social. El carisma de San Ignacio es profundamente eclesial. Él vino a Roma con sus primeros compañeros para ponerse a si mismos bajo el Romano Pontífice, el Vicario de Cristo, y recibir de él su misión. Cuando criticaban la Fórmula, a Ignacio le gustaba admitir que estaba en elaboración. La parta mas esencial y substancial de la Fórmula del Instituto era poner los ojos en Dios nuestro Señor quién nos libera de toda frivolidad. Nos recordó que el mundo es nuestra casa (cómo decía Nadal). Que no tenemos un voto de estabilidad como lo tienen los Benedictinos.
Así como aquel extraño Jesús les abrió las Escrituras a aquellos discípulos de Emaús, de la misma manera el Papa Francisco nos abrió la Formula del Instituto, recordándonos que su esencia y sustancia está en mantener nuestra mirada sólo en Dios nuestro Señor. Los votos de pobreza y obediencia son caminos hacia Dios. Explicó que para un jesuita la pobreza es a la vez madre y baluarte. Y lo es particularmente en el contexto de una cultura del consumo. Nuestra obediencia nos hace disponibles para la misión. La Compañía se pone así entonces en camino. Marchando hacia adelante. Caminando juntos, libres y obedientes.
La misión de la Compañía, nos indica la Fórmula, es la defensa y propagación de la vida de fé, la enseñanza a las personas y la ayuda a nuestros prójimos. Ella ciertamente nos lleva hacia lugares, tiempos y personas, que son las expresiones concretas de nuestra misión.
Hay una tensión intrínseca en nuestro modo de proceder. Ignacio lo expresa con su “no sólo, sino también”. Los jesuitas no podemos conformarnos plenamente con exclusiones o eliminaciones. La armonización de nuestras tensiones se manifiesta en nuestro modo de proceder: contemplación y acción; fé y justicia; carisma e institución; y comunidad y misión. Nuestro foco está puesto en el bien más universal, empezando por el más sencillo: las obras de misericordia como el cuidado de aquellos que se encuentran en los hospitales, en el mendigar limosnas, en la enseñanza del catecismo a los niños; en el sufrimiento paciente de vituperios y por sobretodo, en el Magis que Ignacio buscaba mas allá de todo.
Cada Congregación general ha sido un tiempo de renovación y profundización de nuestro espíritu. Bajo el liderazgo del Papa Francisco la Iglesia está profundamente comprometida en el mundo. Su visión es crear una sociedad que dé acogida, urgiendo a los estados a abrir sus fronteras y así incluir. Sus visitas a la isla de Lampedusa para experimentar de primera mano el drama de los refugiados, y más tarde su regreso de Grecia con un puñado de familias de refugiados a la Cuidad Vaticana han tocado muchos corazones.
Su vida y palabras y nuestro compartir del impacto de sus palabras en nosotros me ha hecho verdaderamente exclamar: ¿No ardía acaso nuestro corazón?
Por: Rosario Rocha, SJ (GOA)