Hemos entrado a una nueva fase de la Congregación General, llamada “Ad negotia”, es decir, sobre los distintos asuntos que deben ocupar a la Compañía en los próximos años. También habremos de proveer al nuevo P. General de un equipo, mediante el nombramiento de sus asistentes Ad providenciam, de un admonitor, y la propuesta de ternas para Asistentes Regionales. En esta etapa está planeado abordar al menos tres temas: la vida y misión de la Compañía de Jesús en estos momentos del mundo y de la Iglesia, el tipo de gobierno que requerimos para esta misión renovada y, finalmente, los asuntos jurídicos a que haya lugar. La agenda puede variar, según lo determine la propia Asamblea, pero la brújula de la Comisión Coordinadora apunta hacia estos rumbos. Comenzaremos con el tópico del gobierno y la gobernanza.
El ánimo en el umbral de este nuevo capítulo es de enorme consolación entre los congregados y, por lo que hemos percibido desde Roma, en las filas jesuitas del orbe. La elección de un nuevo General proveniente de las periferias, representativo de esa Compañía que ha querido jugarse su destino con los pobres de la tierra y que comprende su misión como el servicio de la fe y la promoción de la justicia en diálogo cultural e interreligioso, nos ha renovado el ánimo y puesto optimistas frente a los enormes desafíos que tenemos delante.
No en balde acompañamos al P. General a orar frente al altar de La Storta, en la Iglesia del Gesú, para revivir la experiencia trinitaria que San Ignacio recibió como don, y que en la espiritualidad de los Ejercicios es principio y fundamento. Ahí Ignacio entendió que era puesto con el Padre bajo la bandera de Cristo, en suma pobreza y humildad, y comprendió que la vocación universal y apostólica de la futura Compañía se realizaría al servicio de la Iglesia, a disposición del sucesor de Pedro.
Por eso -dijimos en la primera misa del P. Arturo Sosa como General de la Orden- el Padre está en el origen de nuestra vocación, el Hijo, cargado con la cruz, es la persona que nos ha hecho compañeros suyos, y el Espíritu Santo da forma y guía el cuerpo apostolico de nuestra Compañía.
El nuevo General es el custodio privilegiado de este carisma. Ha de sacar de ese tesoro que nuestros padres nos dejaron como herencia cosas nuevas y antiguas, que nos permitan proseguir en el camino del seguimiento del Señor Jesús, al servicio de la humanidad y, en ella, de los más vulnerables.
Vivir la Congregación General ha traído para quienes estamos en ella la experiencia del Dios que trabaja en nosotros, con nosotros y por nosotros. Somos hijos de San Ignacio y queremos realizarnos en esa vocación para la que el buen Dios nos ha elegido y designado. En los días por venir en nuestra reunión pedimos a Dios que podamos mirarlo todo con Su misma mirada; que seamos capaces de discernir los espíritus que nos ayudan a leer los signos de los tiempos, y que lleguemos a desear ese mundo en el que las cosas de los cielos y las de la tierra se encuentren reconciliadas, para poder comunicar ese deseo junto con la fe en el Señor Jesucristo.