El P. David Nazar es un jesuita canadiense, antiguo provincial de la provincia anglo-canadiense, y superior por varios años de los jesuitas en Ucrania. Hace poco menos de un año atrás, se le pidió que viniese a Roma para ser rector del Pontificio Instituto Oriental, una obra confiada por la Santa Sede a la Compañía de Jesús. El llegó al Instituto en un contexto algo tenso. Allí tuvo la oportunidad de trabajar codo a codo con el P. Arturo Sosa, quien era entonces el delegado del P. General para las Casas Romanas administradas por la Compañía. El P. Nazar comparte aquí su testimonio del jesuita que acaba de ser electo Superior General.
El P. Arturo Sosa es un hombre con una humildad a la vez profunda y concreta. Una humildad que se muestra más en la acción que en las palabras. Su trabajo como delegado para las Casas Romanas fue difícil, ya que estas instituciones interculturales tienen una estructura administrativa bastante complicada. Él escucha, se hace parte, comprende, y después simplemente se pone a trabajar. Tiene una manera amigable de relacionarse que hace que las personas sientan que han sido escuchadas.
En sus responsabilidades con nosotros, el nuevo P. General no ha sido ni temeroso ni agresivo. En casos de conflicto, él expone los hechos abiertamente, apelando a lo mejor que hay en cada uno de nosotros. Él va en búsqueda de aquella salida creativa que fortalezca la misión y rescate a las personas de sus propias oscuridades.
El Instituto Oriental es uno de estos casos. Es un instituto de la Santa Sede confiado a la Compañía directamente por los Papas. Esto pareciera ser claro. Sin embargo, una oficina vaticana es responsable de la propiedad, otra supervisa los programas académicos, una tercera transfiere los fondos del Vaticano, una cuarta aprueba el presupuesto y el financiamiento de los proyectos. En ciertas ocasiones también hay una quinta institución. La Compañía provee el cuerpo docente y la administración y, en caso de necesidad, también financiamiento. ¿Quién está entonces a cargo? La respuesta es compleja. El último Conclave trató explícitamente el tema de la falta de transparencia en la administración vaticana y el Papa Francisco ha hecho impresionantes adelantos en el tema. Este es gran parte del contexto en el que se desarrolla el trabajo del delegado, y el P. Sosa ha tenido la disciplina espiritual de estar por encima de muchas reacciones mezquinas. Aquí puede verse una demostración del hombre y su espiritualidad.
El P. Arturo Sosa tiene un sentido del humor sano y es afectivo con las personas. Si se le agrega audacia, una voluntad de aceptar desafíos, y una mirada que mira hacia el futuro, entonces se tiene la imagen apta para ser hoy Padre General. El nuestro no es un tiempo de planes o proyectos claros, de construir o derribar. Estamos en un tiempo de buscar, experimentar y aceptar el cambio y la “interculturalidad”. El mundo necesita de testigos que se comprometan creativamente y tengan una visión esperanzadora. Las instituciones romanas tienen el potencial de cumplir un rol clave dentro de este contexto, tanto para la Compañía como para la Iglesia. Los estudiantes del Consortium (Gregoriana, Bíblico, y el Oriental) vienen de 120 países, mayoritariamente pobres y con serios problemas. El Instituto Oriental en sí está preocupado por los problemas en Medio Oriente y la guerra en Ucrania, tanto por nuestros estudiantes como por nuestra propia misión.
Con el conocimiento íntimo que el P. General tiene del Consortium, tenemos que hacer de nuestras instituciones romanas centros modernos y avanzados de educación global. Si mantenemos la libertad y el humor que encontramos en el P. Arturo, podremos escuchar la llamada que el Señor hace a nuestra humildad concreta, y vamos a hacer que ocurran cosas bajo su liderazgo.